Canario

Author: Luis Ortiz /



No, no puedo decir el secreto de como lo encontré, pero es que fue todo un proceso tan complicado. Podría intentar hacer una especie de relato acerca de ello, pero no lograrían comprender esa sensación de encuentro. Todo inicio esa ocasión en que perdí mi sonrisa, tuve un músculo que la provocaba pero ese músculo se enfrió, se endureció y no tenía la fuerza para moverse. Busque y busque, en aparadores de tiendas departamentales, pero todos tenían sonrisas propias o compartidas, unas personas parecían tenerlas practicadas pero no proporcionaban esa sensación de naturalidad. Algunas eran carcajadas y, otras respuestas muy básicas de comportamiento, pero ninguna podría proporcionarme esa sensación. Tuve ese terror desde siempre, considerar que sonreí a causa de una persona que me proporcionara la compañía para sonreír, me di cuenta algo tarde. Asistí a cafeterías, a donde los filmes, y en ocasiones donde las damas de compañía. Lugares usuales para una juventud, pero no encontré que me hiciera sonreír y ellos, mis amigos estaban todos bajo tierra. Fui entonces donde los viejos, a bailar alguna pieza en un lugar nocturno, de natación y embriagantes en las lejanías e incluso un falso matrimonio con la vecina pero sucedió igual. Entonces me dedique a la música, a bailar desde las sombras y a dar todo lo que no necesitaba, todo todo todo lo que no necesitaba. El rostro de miles de satisfacciones, sonrisas y envidias me volví pero los rastros no se iban, y la sonrisa no volvía, pero el resto de las cosas y personas parecían reemplazables. Di la razón a un viejo de la calle, que el mundo no valía nada y la magia blanca nunca había hecho nada bueno de mi, era un esclavo de mi propia búsqueda. Los grilletes salían directo de mis tobillos, algunos cables de mis piernas, acero inoxidable y trenzado recorrían sin darme cuenta algunos cientos o miles de kilómetros. Las tonalidades de mi piel contrastaban de forma drástica, los alrededores de mi ojo parecían tener un brillo algo similar al dorado pero conforme se expandía envolviendo mi cuerpo se oscurecía a un tono grisáceo. No tuve valor para continuar de esa forma, y observar a los demás a mi alrededor con cadenas y similares en su cuerpo, procedí a arrojarme desde el piso más alto, si había cable suficiente tal vez podría estrellar mi cuerpo al piso y terminar con esta joda, de lo contrario el cable detendría mi caída causando que mi cuello se quiebre de alguna forma u otra la joda termina.
La vida que tuve, fue todo un acto religioso de pérdidas y sacrificios, de efímeras ganancias y tristezas, de agonías y amarres. Y yo aquí en caída libre que parece interminable doy cuenta de mis errores, el último sacramento acordé a cierta religión. La absolución. La presión incrementa, el dolor de venas reventando por la velocidad se esparce, el mareo se hace más intenso, la vista se nubla y los huesos crujen, escucho las voces de las personas en la calle, gritos de mujeres, veo mi sombra en la banqueta, cierro mis ojos, adiós.
Los vidrios en dos calles alrededor se han quebrado, alrededor de veinte personas yacen en el piso muertas, y algunos autos aplastados por bolas de acero enormes. Cables que parecen colgar desde lo alto del rascacielos de la calle 5 han aplastado a algunas personas, y otras cuantas más se encuentran con heridas muy graves y algunos huesos rotos, un cable por la velocidad ha cortado en diagonal y por la mitad a una señora de avanzada edad, sin embargo no se encuentran restos adicionales más allá de cables y esferas de acero que hayan sido arrojados. Algunos testigos afirman un hombre muy extraño caía desde lo alto, luego vieron una luz cegadora y el cuerpo había desaparecido.