Yo dije lo del pene doble porque era lo que había dicho toda la noche. No órganos dobles, lo único que ese día quería y con toda mi alma (nótese, alma) era un hombre que me hiciera el amor toda la noche, no quince minutos, ni veinte ni un poco de ratito más, un hombre para toda la noche y con lo que así se consigue: esas pocas palabritas que se sueltan aquí y allá y parecen querer decirlo todo o que por lo menos serían capaces de consolarme de la sensación de estúpida soledad, por llamarla de alguna manera ("tengo el cuerpo devastado, el alma rota y habitando en la desolación, todos los pedazos de que estoy hecha son trozos atrapados en un tiradero, cortada soy, y sería sangrante si el flujo de mis venas aún obedeciera a mi corazón.
"Mi inteligencia es un globo de hielo, la sujeto a mí a la distancia con un hilo, si me distraigo, suelto el hilo y a la distancia se va, mi inteligencia, la veo pequeña, más pequeña como un punto en el cielo hasta que ya no es nada, más que viento. Entonces, de los rasposos pedazos que soy, tomo lo más entero y lo pulo y armo a la manera de que supla mi inteligencia. Con ella, con mi inteligencia, sé de mi incómodo dolor. ¿Para qué entonces la vuelvo a formar adentro de mí? ¿Para qué esta bola incómoda de fuego en el centro de mí, sin ella, insensible al dolor?
"¿Para qué? ¿Para qué? Para que el poquito humo repugnante que forman los trozos desarmados de mi estúpido cuerpo sin rumbo no se disuelva en una materia más peligrosa, una materia con picos y filos y lijas, una materia en la que ya no se pudiera sentir mi voz, único alivio para este ardor en que me..."), pero a estas horas y con la cruda espantosa que parecía zarandearnos a todas de los hombros, a Margarita y a Luisa ya les tenía sin cuidado todo el asunto.
Cuando yo estaba a punto de proponer que nos durmiéramos en el pasto, aunque al rato el sol nos despertara o el frío nos impidiera dormir, pero acostarnos, como fuera, con hombre, sin hombre, con dos o con ninguna, con amor de a quince minutos, de a dos o de nada, todo me importaba un comino, es la verdad, esto fue lo que vimos:
Fragmento del anterior antepenúltimo párrafo en el tercer capítulo perteneciente al primer fragmento de la novela Llanto, novelas imposibles.
Carmen Boullosa.
"Mi inteligencia es un globo de hielo, la sujeto a mí a la distancia con un hilo, si me distraigo, suelto el hilo y a la distancia se va, mi inteligencia, la veo pequeña, más pequeña como un punto en el cielo hasta que ya no es nada, más que viento. Entonces, de los rasposos pedazos que soy, tomo lo más entero y lo pulo y armo a la manera de que supla mi inteligencia. Con ella, con mi inteligencia, sé de mi incómodo dolor. ¿Para qué entonces la vuelvo a formar adentro de mí? ¿Para qué esta bola incómoda de fuego en el centro de mí, sin ella, insensible al dolor?
"¿Para qué? ¿Para qué? Para que el poquito humo repugnante que forman los trozos desarmados de mi estúpido cuerpo sin rumbo no se disuelva en una materia más peligrosa, una materia con picos y filos y lijas, una materia en la que ya no se pudiera sentir mi voz, único alivio para este ardor en que me..."), pero a estas horas y con la cruda espantosa que parecía zarandearnos a todas de los hombros, a Margarita y a Luisa ya les tenía sin cuidado todo el asunto.
Cuando yo estaba a punto de proponer que nos durmiéramos en el pasto, aunque al rato el sol nos despertara o el frío nos impidiera dormir, pero acostarnos, como fuera, con hombre, sin hombre, con dos o con ninguna, con amor de a quince minutos, de a dos o de nada, todo me importaba un comino, es la verdad, esto fue lo que vimos:
Fragmento del anterior antepenúltimo párrafo en el tercer capítulo perteneciente al primer fragmento de la novela Llanto, novelas imposibles.
Carmen Boullosa.