Fedora G.

Author: Luis Ortiz /



Canto, levanto mi voz al viento como la niña idiota que parezco. Plastificada y remendada hasta la vulva con hilos de seda, que nadie se de cuenta que mis padres copulaban conmigo desde niña. Canto al viento cosas hermosas, que todo sonido de mi garganta rasgue los cielos, pregonando mi infertilidad y la sensación de ardor de mi cuerpo. Me enferma hacerlo, pero si no salen las palabras de esa forma, "rocky" el perro ladra destrozado del placer doloroso que le proveo. Vivir con un can, sin patas, las que considero piernas lo deja solitario ante las demás perras, no queda más que vocalizar su placer. El apretar de mis dedos, y los pellizcos de mis uñas en su miembro, lo encolerizan y excitan suficiente para que se derrame entre mis juegos. Tomo su cúmulo de semen, lo froto entre mi sexo, dejo que su dulce aroma me penetre el cuerpo. Que lo tibio de su líquido provoque en mis genitales la producción de sus jugos.
Me gusta sentir el chorro corriendo por mis manos, interminable. Rellenarme cual pavo de acción de gracias con la leche que me otorga. Una ocasión, en este inverosímil ritual de mi mente me aparte, desfallecí; en pocas palabras me mal viajé. Veía a mi perro penetrarme de forma dura, ruda; mordiéndome el cuello, y lamiendo mi cara, mis pechos. Embestía con fuerza mi sexo, mientras en su arremeter babeaba, y cubría mi cuerpo. Mi padre filmaba la escena, mientras empinado estaba su cuerpo lo recargaba con lentitud sobre una pared donde se apreciaba un enorme dildo en forma de cuerno. Madre le lamía en ocasiones varias los testículos a mi padre, recién depilados, después de sacar sus finos y pálidos dedos del ano de mi perro. -¡Ay Rocky! ¡Me coges como el pinche diablo, métemela más cabrón!- gritaba yo. Siempre me ha gustado filmarme con la cámara web de mi computadora portátil, apoyada en el peinador. ¡Obvio! No es para que ningún pervertido idiota disfrute de lo que hago, pero prefiero ver toda la situación como una obra de teatro filmada. Un teatro que ha roto no la cuarta pared, sino la concepción misma de teatro, no como ya se ha hecho antes, ni como una nueva o experimental forma de hacerlo. Sino para representar lo ya presente en la calidez humana. Su necesidad de afecto, de eso me di cuenta cuando alucine con esa escena.
De ahí en delante no pude evitarlo, grabarlo era no una obsesión, ni un deber, sino un efímero placer histórico. Algo que la humanidad en algún momento debería conocer y transmitir. Mientras mi talento es descubierto, lo disfruto, en compañía de rocky lamiéndose las pelotas en el piso, y unas sabrosas palomitas con salsa roja; obvio que de la picosita. Aunque lo admito en ocasiones he logrado cosas inciertas, de las cuales las epifanías me invaden, pero yo de forma muy sagaz lo evito. ¿Como? Se preguntarán cuando encuentren estas grabaciones, con la fuerza de mis manos, masturbándome hasta el cansancio y quedar dormida. No es algo sencillo de lograr, pero requiere invertir tiempo y mano de obra. La verdad, con la vulva llena de hilos y sin mucho acceso al sexo masculino no se puede hacer mucho. Es que como decirlo; son idiotas los hombres. Ninguno como mi papá para disfrutar de la vida. Recuerdo con mucho cariño hacerle señas en calles solitarias, mientras el tenía sexo intenso con mamá. Decía el muy precioso. -Anda hija, pon atención de lo que haces, porque sino, cuando crezcas no tendrás un marido que te haga jadear como yo a tu madre-. ¡Cuanta razón tendría el malnacido de mi padre! Pues, por poner atención a sus movimientos, y engolosinarme no supe reaccionar cuando la policía lo subió a la patrulla con el miembro de fuera. Y el resistiéndose a salir de mi madre, le latigueaba en ocasiones las nalgas a mama.
Esa ocasión, el tardo cinco años en regresar a casa. Dado los cargos imputados; Agredir a un oficial de policía, resistirse al arresto, posesión de enervantes, unas faltas administrativas y a la moral. No sabría decir que otras cosas, dado que era muy inquieto y debió haber hecho más actividades. A mamá solo le dijeron que era una callejera, y que si iba a andar cogiendo en la calle, debería cobrar al menos, no andar de calienta vergas por placer, y que para la próxima diera el respectivo moche, sino iba para dentro las 46 horas correspondientes. Tan triste ella, sola y olvidada por la vida; o eso decía ella, pues se daba sus ratitos de pasión con los vecinos. A falta de pan, tortillas. Yo, por mi parte crecí un poco aquí, y un poco allá. Acorde a esos recuerdos, nunca dejo de pensar en la ocasión en que casi estuve casada, no es algo de lo que me sienta muy orgullosa pero que más da, total en algo me entretuvo esa aventurilla emocional o piernal como decía la tía Elsa. Al menos asi se refería ella a sus queridos y amistades; las cuales frecuentaba para no aburrirse.
Cuando tuve que vivir mas allá que aquí, es decir con los viejitos de tres casas mas delante, y digo vivir porque eso era. Crecer, aprender de ellos y criarme cual perro recién adoptado durante el día dado que mi señora madre copulaba de forma intensa por las tardes y así ahorrarse los servicios básicos. Y como la tía, esa, la cachonda no me aceptaba en su casa porque vivía con varios hombres, pues ella misma fue con los señores, que resultaron ser unos conocidos de toda la vida, o al menos eso decía ella. No puedo quejarme, acepto que crecí con un odio interno a las relaciones personales por eso. Por culpa de los viejos ya no puedo querer a los canes como los quería, vivía ensoñada besando sus hocicos cuales novios circunstanciales de mi madre. Pero al anciano, como le encantaba sentirlo, que su señora esposa el can le lamiera la concha y a el ser follado después de las lamidas; pobres bebés.
Me compadezco de ellos, y a raíz de aquello tomé la decisión de darles el placer que se merecen. En un merecido ritual que me colme y los llene. Recuerdo que el nombre de aquel con quien me iba a casar se apellidaba Cortéz; mi conquistador. El can de los viejos se llamaba Hachi, como el de la pelicula. Ambos ellos, siempre fieles hasta la muerte, que menean el miembro y la cola, felices, de haber logrado alguna suerte. Por eso mi "rocky" es lo mejor, alguien en quien puedo concebir su error, pero tal vez estaría mejor dejando todo esto de lado, y convertirme en criadora o entrenadora de perros u hombres en su defecto. Por mi cuenta, una buena croqueta, cojida o algo similar, y el dinero siempre llegará.

Mítico. (Re-acomodo de lectura).

Author: Luis Ortiz /


Presente, la presión se encuentra, en un corazón. Derrotado hasta detenerse. Los colores le cambian, y los vellos se erizan, se cortan los jadeos, por una insana risa. No, no son las curvas, ni de merólicos mucho menos de lo eterno, ni mal formadas ideas. Presas de un retorno etéreo; son eyaculaciones fugaces al aire, con algo parecido al montón de carne. Terrenal, antinatural; son esas formas en movimiento, en un acorazado ecosistema. Sublime presa de recuerdos. Pero no queda nada, no y no.
Erizada continua, hasta por alquimia se detiene, y en un segundo todo lo transforma, escamas y piel que a cada parpadeo muere y cambia, camaleónicamente se esconde, huye. De todo aquello que ama. El atardecer baña su desnudez en pleno monte baldío, donde los mortales entre basura y matorrales fornican. Visitando lugares famosos, cogiendo en hoteles y besando sus hocicos. Pero uno entre tantos pobres, se mutila y se transforma, no pasa más allá de algunas noches en que el escuche le griten su nombre con brío.
Un monstruo, algo inalcanzable huye entre el anochecer, entre los restos del sexo y las piedras, no se detiene, no se revela. Un pequeño ser le observo, por un instante su mano petit el rostro toco. Una joda grandiosa, la cosa pequeña le asusto. Pues al darle un beso sin querer después de tocar la cara, le mordió. Pobre pequeña, el monstruo de su torso, sangre le arrojó, pero no hay nada que hacer.
Llena de júbilo grito, se sentía feliz por la caricia del extraño ser, y en una parte del terreno varios seres aspiraron; ese aroma que desprendía la niña al ser bañada, corriendo en brama con sus miembros largos como espada, durante toda la noche la fornicaron. Pequeña estúpida, no logro detenerlo; pues más que quererlo, no supo como detenerlo. Disfrutaba de forma deliciosa, ese embate, ese zangoloteo pero un monstruo se le escapaba de las manos. Rodeada y cansada en la madrugada, se daría asco llena por todas partes del esperma, aterrada por su acto, y de forma constante se regodea aún en su inmundicia. Desperdiciando su sexo, por colmarse su vida.
Aterrado continuaba huyendo, de forma constante, aquel oscuro ser, escamoso hasta las rodillas, se defendía como un erizo, con sus pelos necios y lacios. Firmes como agujas, que se entierran en los desterrados, cuando alguno otro buscaba su cercanía. Buscado por mitológicos seres, y terrores de pesadilla se encontraba el, escondido en cualquier lugar, hasta poder crecer. Aquel terrible monstruo era un distinto ser, un hombre con corazón de niño, que su realidad podría distorsionar, en un mundo de niños con el corazón frío cual adultos no podía continuar.
Despellejando paulatinamente, de su terquedad, a todo aquel que quisiera en su perímetro continuar. Para permitirle con mucho éxito la vida disfrutar. Décadas después, abandono la ambigüedad. Acepto la humanidad, donde la eternidad le dio el perdón, alejándose de el y encontró la felicidad, que la muerte le permitiría tener. Un descanso a algo que albergaba con suerte, un latido constante.

En la pérdida de mi autoengorda.

Author: Luis Ortiz /



Me volví completamente loco, en partes desde hace dos meses. Primero fueron mis pies; se voltearon al revés, caminando a duras penas voy. Y me detengo cuando lo necesitan, no cuando yo quiera descansar. Las ideas después fueron víctimas, cuando menos esperaba yo, manifestándose en mis ojos estaban, las percibía un poco a la distancia, asustado me reía. La coherencia se ha perdido, los miembros de este cuerpo que no poseo han perdido concordancia en movimiento. Detener la palabra, detenerla porque me invade la mente. Los únicos de mi lado, justicieros de mi ser. Los dedos meñiques. Se entrelazan, manteniendo un poco de mi muy reducida libertad. Me atesoran, como lo último apreciable de la existencia.
Me volví aún las loco cuando se separaron, cuando uno de ellos se doblo, se giro un poco. Obviamente entorno a otro meñique, de una tal estudiosa de lentes delgados y pechos firmes, muy delgada y con labios de color rosa. Que balbucea y me ensaliva las cejas al dormir, pero no me aterra, dado que jamas estuve en control de mi cuerpo, ni el de mí. Aunque admito, al principio MIEDO en mayúsculas tuve, pero la mujer esa, mi locura consume. Pero no puedo decir más, tan solo pocas cosas, y con ella he aprendido que los terrores construyen, las alegrías albergan. La locura libera y oprime, pero la diferencia crea, así como la unidad casi siempre estructura, pero el miedo... El miedo como tal genera cualquier cosa sin dirección alguna.
Y yo, soy sincero, estoy aterrado. Me encuentro ensimismado, pero no por mucho. Porque en cualquier sentido, y en cualquier forma ella me cura, me consume hasta mi recién recuperada cordura.