Mítico. (Re-acomodo de lectura).

Author: Luis Ortiz /


Presente, la presión se encuentra, en un corazón. Derrotado hasta detenerse. Los colores le cambian, y los vellos se erizan, se cortan los jadeos, por una insana risa. No, no son las curvas, ni de merólicos mucho menos de lo eterno, ni mal formadas ideas. Presas de un retorno etéreo; son eyaculaciones fugaces al aire, con algo parecido al montón de carne. Terrenal, antinatural; son esas formas en movimiento, en un acorazado ecosistema. Sublime presa de recuerdos. Pero no queda nada, no y no.
Erizada continua, hasta por alquimia se detiene, y en un segundo todo lo transforma, escamas y piel que a cada parpadeo muere y cambia, camaleónicamente se esconde, huye. De todo aquello que ama. El atardecer baña su desnudez en pleno monte baldío, donde los mortales entre basura y matorrales fornican. Visitando lugares famosos, cogiendo en hoteles y besando sus hocicos. Pero uno entre tantos pobres, se mutila y se transforma, no pasa más allá de algunas noches en que el escuche le griten su nombre con brío.
Un monstruo, algo inalcanzable huye entre el anochecer, entre los restos del sexo y las piedras, no se detiene, no se revela. Un pequeño ser le observo, por un instante su mano petit el rostro toco. Una joda grandiosa, la cosa pequeña le asusto. Pues al darle un beso sin querer después de tocar la cara, le mordió. Pobre pequeña, el monstruo de su torso, sangre le arrojó, pero no hay nada que hacer.
Llena de júbilo grito, se sentía feliz por la caricia del extraño ser, y en una parte del terreno varios seres aspiraron; ese aroma que desprendía la niña al ser bañada, corriendo en brama con sus miembros largos como espada, durante toda la noche la fornicaron. Pequeña estúpida, no logro detenerlo; pues más que quererlo, no supo como detenerlo. Disfrutaba de forma deliciosa, ese embate, ese zangoloteo pero un monstruo se le escapaba de las manos. Rodeada y cansada en la madrugada, se daría asco llena por todas partes del esperma, aterrada por su acto, y de forma constante se regodea aún en su inmundicia. Desperdiciando su sexo, por colmarse su vida.
Aterrado continuaba huyendo, de forma constante, aquel oscuro ser, escamoso hasta las rodillas, se defendía como un erizo, con sus pelos necios y lacios. Firmes como agujas, que se entierran en los desterrados, cuando alguno otro buscaba su cercanía. Buscado por mitológicos seres, y terrores de pesadilla se encontraba el, escondido en cualquier lugar, hasta poder crecer. Aquel terrible monstruo era un distinto ser, un hombre con corazón de niño, que su realidad podría distorsionar, en un mundo de niños con el corazón frío cual adultos no podía continuar.
Despellejando paulatinamente, de su terquedad, a todo aquel que quisiera en su perímetro continuar. Para permitirle con mucho éxito la vida disfrutar. Décadas después, abandono la ambigüedad. Acepto la humanidad, donde la eternidad le dio el perdón, alejándose de el y encontró la felicidad, que la muerte le permitiría tener. Un descanso a algo que albergaba con suerte, un latido constante.

1 comentarios:

T Balam dijo...

Y aquel escamoso ser podía huir de la decadencia de la humanidad mas no del pesar que le provocaba ser observador de esta realidad, o es que acaso era preferible el sufrimiento de la conciencia en solitario a la participante ignorancia de esta humanidad.